a 50 años . . . . .

Al final de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, que tuvo lugar el 28 de agosto de 1963, Martin Luther King pronunció el discurso conocido por una de las expresiones clave del mismo: “I have a dream”, “Tengo un sueño”,
Mi principal intención al reproducir algunas partes de este discurso es rendir homenaje a Martin Luther King por su lucha por la LIBERTAD y por todos los derechos del ser humano, al cumplirse CINCUENTA AÑOS de la ocasión en la que lo pronunció, con el convencimiento de que el discurso contribuyó de un modo importante y significativo a cambiar, "mejorando en ese momento" la realidad americana. Es mi intención también comparar paradójicamente el inicio de la lucha americana contra el racismo, que tanto daño hizo a la sociedad americana, pero que a final de cuentas lo erradicaron; con el inicio y continuidad de la lucha en México contra la INSEGURIDAD que vive toda la sociedad civil, y que esperemos unidos también erradicar.
Nota: si cambiamos un poco las palabras "esclavos negros, personas negras" por mexicanos y todo lo relacionado a "libertad" con seguridad . .  . "americano" por mexicano, adaptamos un discurso cercano a la realidad actual.
"Hace un siglo, un gran americano, bajo cuya simbólica sombra nos encontramos, firmó la Proclamación de Emancipación. Este trascendental decreto llegó como un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros y esclavas negras, que habían sido quemados en las llamas de una injusticia aniquiladora. Llegó como un amanecer dichoso para acabar con la larga noche de su cautividad.


Pero cien años después, las personas negras todavía no son libres. Cien años después, la vida de las personas negras sigue todavía tristemente atenazada por los grilletes de la segregación y por las cadenas de la discriminación. Cien años después, las personas negras viven en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, las personas negras todavía siguen languideciendo en los rincones de la sociedad americana y se sienten como exiliadas en su propia tierra. Así que hemos venido hoy aquí a mostrar unas condiciones vergonzosas.

Y mientras caminamos, debemos hacer la solemne promesa de que siempre caminaremos hacia adelante. No podemos volver atrás. Hay quienes están preguntando a los defensores de los derechos civiles: “¿Cuándo estaréis satisfechos?” No podemos estar satisfechos mientras las personas negras sean víctimas de los indecibles horrores de la brutalidad de la policía. No podemos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos, cargados con la fatiga del viaje, no puedan conseguir alojamiento en los moteles de las autopistas ni en los hoteles de las ciudades. 

No nos hundamos en el valle de la desesperación. Aun así, aunque vemos delante las dificultades de hoy y mañana, amigos míos, os digo hoy: todavía tengo un sueño. Es un sueño profundamente enraizado en el sueño americano.

Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales”.

Tengo un sueño: que un día todo valle será alzado y toda colina y montaña será bajada, los lugares escarpados se harán llanos y los lugares tortuosos se enderezarán y la gloria del Señor se mostrará y toda la carne juntamente la verá.

Ésta es nuestra esperanza. Ésta es la fe con la que yo vuelvo al Sur. Con esta fe seremos capaces de cortar de la montaña de desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las chirriantes disonancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a la cárcel juntos, de ponernos de pie juntos por la libertad, sabiendo que un día seremos libres.